martes, 2 de abril de 2013

Vine para tomar vino


He encontrado un vino barato, 39 pesos, Lazan; Garnacha-Syrah. Suficiente con una botella antes de dormir. El mejor somnífero hasta ahora. Me gusta el insomnio pero a veces uno tiene que hacer cosas temprano ¿qué cosas? Cosas, uno siempre tiene que hacer cosas, como la pieza en el engranaje que ya no recuerda su función o su fin, pero no deja girar. Sí, sí, que mal. Para mí está bien no hacer nada. Me gusta dar vueltas hacia ninguna parte en la bicicleta, es mejor que la caminata. De vez en cuando atravieso una calle repleta de perros rabiosos, los rebaso y los espero a unos metros de distancia hasta que siento de nuevo su hocico en mis talones. Combustible…

La vida empieza a tener un valor cuando llego a mi casa de estos paseos y me espera una botella de vino, me conformo con una. Luego llega el sueño, aprendo mucho cuando duermo. Si la ruta hasta el sueño se complica, la música adecuada es; Bach. También hay otros, hay muchos. La música de la India es favorable, el maestro del Sarod, Ali Akbar Khan; sabía hablarle al sueño. El entendimiento con el reposo es la clave hacia la sabiduría.

El vino te mantiene a temperatura, te conserva despierto el tiempo necesario, te resume lo aburrido. Si combinas música y vino los resultados son extraordinarios. La música se escucha mejor bebiendo vino y el vino sabe mejor escuchando música, la perfección existe. Ahora entiendo a Dionisio, las bacanales debieron rebosar de música y tinto. Maravilloso, podría dedicar mi vida a hacer esto todos los días. Para mí sería un objetivo digno de alcanzar y ni siquiera necesito un título, un vehículo, una oficina, un perro, un gato, tarjetas de crédito, aviones, o bibliotecas, ni si quiera necesito mujeres, una de vez en cuando, una a la que le guste el vino. No necesitaría números telefónicos, universidades, banquetas, retretes, pastillas para la gastritis, licuadoras, espejos, máquinas de afeitar, gimnasios, ni siquiera necesitaría escribir. Sí, literatura, no te necesito, por mi quédate sentada en un banco frente a la pared.

Quiero escuchar música cegado de vino el tiempo que me quede. Sí, ya sé que Corea del Norte va a invadir a Estados Unidos, que estamos llegando a los 8 mil millones, que los viejos hacen colas enormes afuera de los hospitales con clavos en las rodillas, que los tumores cancerígenos son más frecuentes que los buenos poemas, que no tengo derecho a hacerte perder el tiempo leyendo pendejadas como esta, que deberías estar tomando el camión hacia tu trabajo, para visitar a tu abuela o para irte de viaje. Sí, soy egoísta, lo sé bien. Cada quién libra las batalles que quiere y puede, ¿no es así?

sábado, 30 de marzo de 2013

El mundo es una boca repleta de colmillos


El mundo es una boca
repleta de colmillos.
mis rosas siguen
estando vivas
después de muertas.

Las lenguas rancias,
no dudan al lanzar
sus alaridos.
oigo decir: “150
millones de dólares,
buena inversión”

En México
hay una larga tradición
en cuanto a hablar con los difuntos.
el oro sigue moviendo
el rastro de las ánimas.

Estamos enfermos.
para muchos no es suficiente
el agua del río.

Hombre torrente despiadado
fotografías empolvadas
de asientos vacíos,
todos los rincones,
sufren el mismo tamaño.

Las quimeras se pintan
el rostro a escondidas,
con el polvo de los huesos
del último incendio.

Estómagos cargados de ácido,
focos que parpadean,
el fragmento manchado
de un anhelo que no tuvo lugar
en el corazón abandonado de los viejos.

El mundo es una boca,
repleta de colmillos
es el hocico intranquilo,
de un cerdo ennegrecido,
por la ira del azufre.

La esperanza convulsiona desnuda,
bajo un halo de cobre.
somos el rastro seco,
de raíces colgando en la despeñadura.

Yo prefiero ser coyote.
la montaña,
el ocaso, los restos,
la carroña, la vereda/luna,
el orden de las piedras,
“la cordillera” perdida,
Ruge; Rulfo.

Si se atreven
a tocar lo que me pertenece,
con sus colmillos afilados,
tengo navajas oxidadas,
por la sangre de la tierra.

viernes, 29 de marzo de 2013

Las luces de un nuevo imperio


Nos han hecho así:

Estábamos en principio, muchos de nosotros
destinados a ser luces
y encontramos: remolinos, abismos, traiciones, dioses despiadados
vorágines, falta de amor, de dirección, de motivo
las garras afiladas de los que perdieron hace mucho el alma
la música que se fue para no regresar
nuestros maestros abandonados
la imposibilidad de encontrarnos…
qué nos queda, parece que muy poco, quién nos queda
a aquellos que sólo queremos jugar limpio
sin mentiras.
para nosotros, para muchos de nosotros
se nos ha abierto el sendero hacia un bosque insensible
hubiéramos deseado nacer sin lo que traemos dentro
pero sin eso que seriamos, sino el polvo que se aleja
hay que aguantar, aunque sintamos que un día
no lo toleraremos más
aunque sintamos que todo se desvanece como una larga oración
que se fue a los oídos sordos y confundidos de los enfermos.

Seguiremos entonces;
resguardados bajo las trincheras filosas de nuestra lucha
tratando de no ensuciarnos los unos a los otros
tratando de mantenernos vivos, como la agonía
hasta que la ola inevitable
nos arrastre hacía las profundidades oscuras del laberinto
no nos queda más que aguardar
esperar a lo lejos
los destellos de un nuevo imperio.

lunes, 25 de marzo de 2013

Que no nos importe

A la luna no le importa
a las cucarachas, que pululan, tampoco
ni a los rincones empolvados
a la risa verdadera no le importa
ni le importa tampoco, al curso del río
mucho menos a las palabras
a los que construyeron enormes sinfonías
nunca pensaron en ello
al tiempo no le importa
a los gatos menos
a la sombra que se escapa de sus pies confundidos
todavía menos
a los pocos que libraron batallas y perdieron
nunca les importó
ni al azul, al rojo, o al negro
estoy hablando de que ahora falta el motivo
de quien antes subía a una montaña
para admirarlo todo
no he visto mayor desilusión
que la que existe en las pasarelas
en las caras inertes
de quienes siguen
el camino lodoso y desgastado
de sus falsas agonías
no los mueve nada que tenga esencia
no tienen perspectiva
hablan como si el sol no existiera
caminan con el corazón apagado;
a quienes les importa lo que ahora
es porque no saben
nunca notarán
nada.
por eso una mariposa no se posaría
en alguno de sus dedos
entonces, que tampoco nos importe
sea lo que sea
que los motive a ellos.

sábado, 9 de marzo de 2013

Y que alguien más suelte la llave


Cuando terminen contigo,
van a estirar tus tripas
para colgarlas hasta secarse,
como cordones,
y ya no te necesitarán más,
aquí es cuando puedes decir:
quédense con sus batas blancas
de cirujanos sanguinarios,
quédense con sus horarios de 8 a 2,
con sus blanqueadores para ropa,
con su pulcro aspecto,
con su buen o mal aliento,
lo cual da lo mismo
cuando lo único que dices
es menos importante que
la MIERDA,
quédense con sus viajes al extranjero,
con sus chinos,
sus franceses,
sus alemanes,
sus ex yugoslavos,
quédense con sus pensadores
limpios de sudor y de sangre,
con sus Phd´s, sus grados C,
con sus publicaciones en inglés y en hebreo muerto,
quédense con sus zapatos lustrosos o las plumas en la solapa,
quédense con sus conceptos polvorientos,
con sus libros tan espesos que,
ningún pez podría nadar en ellos,
quédense con sus placas de oro,
con sus aulas bien iluminadas,
con sus pasillos tan largos
que ni la muerte piensa atravesar,
quédense con su banco de almas perdidas
en busca de una hoja con su nombre,
quédense con la ciencia, el arte y la verdad,
quédense hasta con la literatura,
sus bibliotecas
perfectamente alfabetizadas,
quédense con sus proyectores sobrios,
con sus nuevos valores,
sobre todo con esos,
quédenselos,
pongan todo eso,
en el escusado,
y que alguien más suelte la llave.
en lo personal,
tengo ácido en las tripas,
vidrios en el recto,
y toda una vida
con manos y dedos
lo suficientemente fuertes
para seguir sosteniendo
copas llenas de vino tinto.
¡Salud!


domingo, 3 de marzo de 2013

La señora muerte


Cuando terminé la carrera, todo estaba a punto de dar la vuelta que me dejaría irreconocible. La mujer con la que había estado por 5 años quería que las cosas se pusieran serias, estábamos buscando un lugar  donde vivir, su familia era realmente agradable, hasta me dejaban quedarme en su casa a dormir los fines de semana, su padre nos hacía de comer, buena comida caliente. Había salido con un promedio no muy alto de la universidad pero lo suficientemente bueno como para optar por una maestría en el extranjero, con todo y una beca patrocinada por el gobierno, las cosas ya estaban sobre la mesa, sólo tenía que tomarlas.

Conseguimos un lugar apropiado para vivir, un departamento cómodo, lo llenamos de nuestras cosas, el orden era importante, nos daba seguridad. Mientras, el papeleo para la autorización de la beca estaba en proceso, faltaba un mes para la aprobación del presupuesto, me esperaba España. Que promesa más grande, todos estaban muy felices por mí, me había encarrilado a llegar a ser algo, a conseguir algo, algo real, palpable como un edificio.

Siempre existió esa clase de vacío en mí, tengo que reconocerlo, a veces me llegaba un sabor amargo, pero lo negaba, pensaba; “es la preocupación, todos tenemos preocupaciones…” Lo evadía, salía con amigos, con Carolina. Nos divertíamos, el sentimiento se desvanecía. Cuando estaba realmente cómodo, y miraba a mí alrededor, el sentimiento volvía, me tomaba de sorpresa y me comprimía el pecho hasta sacarme el aire. Me ahogaba.
Una noche, estaba en el hotel dónde esperaba la respuesta de la beca, tuve que ir hasta la capital para poder recibir los papeles de la aprobación del presupuesto. Lo había conseguido. En un mes estaría en España. Mientras pensaba todo esto, el sentimiento de vacío (al menos así me dio por llamarle, cuando eso) me atrapó como una araña a una mosca, en el aire. Todo se me volcó encima, sentía el peso de otra vida que había mantenido dormida, durante cientos de años. La desesperación era desorbitante, podía sentirla como una sábana fría deslizándose por mis pestañas, llenándolas de ceniza. Creí que estaba volviéndome loco, no encontraba otra explicación para mi estado, la idea me llenaba de lodo, caminaba en medio de una ciénega. No habían amigos, padres, madres, ídolos, profetas, NADIE. Yo sólo contra esa fuerza enmarañándose alrededor de mi espíritu, exprimiendo cada gota. Físicamente no podía moverme, no podía pensar nada más que en desesperación, locura, inestabilidad. Estaba intentando mantenerme en el hilo. Veía el otro extremo pero era sumamente difícil moverme. Pasé la noche entre sudor y temblores. Me dormí a causa del cansancio, sin darme cuenta.

Al día siguiente tenía que pararme temprano para recoger la beca, la cita era a las 9 a.m. No llegué a esa hora, ni a ninguna otra. Abrí los ojos y frente mí el reloj y a su lado la muerte. Eran las 12:00 p.m. La vieja señora estaba ahí parada, a un costado de la cama, y a pesar de cómo la describen, (con guadaña y un largo vestido negro) era muy seductora, bella, realmente estética. Me dijo al oído: Ya sabes que hacer para terminar con esto pequeño, es muy fácil. Pensé: tengo que llegar a la puerta y largarme. Intenté levantarme. Cuando puse los pies firmes, sentí el flaqueo de mis piernas y caí al suelo, como la ropa que abandona el cuerpo de un fantasma cuando este se esfuma. Lo intenté de nuevo. Me apoyé en el buró de al lado de la cama y puse el pie derecho, luego el izquierdo. Me levanté y escuché un quejido, era yo mismo. Una parte de mí había despertado, la que permanecía oculta. Me acerqué a la puerta, tomé la perilla, estaba helada, la giré y no volteé el rostro hacía atrás, estaba aterrado. Logré comunicarme con la universidad. Me dijeron que no había problema alguno, que arreglarían otra cita para otro día. Era importante que fuera o la beca se la darían a otro, dijo la secretaria. “Hagan eso”, respondí. “Perdón?”, me respondió la secretaria. “Hagan eso, denle la beca a otro, yo no la quiero, gracias”. “No entiendo, o sea, qué hará, ya están todos sus papeles en el registro, usted sólo tiene que venir por el comprobante de la beca y listo señor”. “No gracias, así está bien”. Colgué. Tomé el primer avión que pude. Regresé un par de días antes de lo previsto. Carolina se sorprendió al verme entrar, me preguntó que qué pasaba, le conté, le dije todo, lo de la beca también. “Y ahora que harás?” Me dijo. “No sé, sólo sé que no quiero una beca, no quiero irme a España, no quiero nada”. Ella pensaba que era un arranque de locura, mis padres creían lo mismo. Decían que alguna relación tenía el consumo de drogas en mi adolescencia. Que me había afectado, que había perdido el juicio y necesitaba ayuda profesional. Pensé que así era, dejé que hicieran lo que quisieran. Me llevaron a un psiquiatra, un buen tipo, le expliqué mi condición, que había visto a la muerte. Él se veía muy interesado en mis testimonios. Siempre respondía con un: “Ajá, continúa, por favor”. Cuando terminaba de contarle. Él tomaba la palabra y me hablaba del alma, de la superación, de las ganas de vivir, de los sueños, de los senderos iluminados. Me hablaba de gente que había estado en mi condición y lo había superado. En ese momento pensaba que todo aquello sería pasajero, que un día volvería ser como antes, que sería una experiencia renovadora y vital. Me diagnosticaron una depresión profunda. Me dieron pastillas. Calmantes y anti-depresivos. Pares de píldoras diferentes dos veces al día. Eso ayudó a atemperar las ráfagas de pensamientos, un poco. Pero seguía seco, como si una enorme sanguijuela hubiera puesto sus colmillos en mi cuello y chupado hasta saciarse.

La relación con Carolina iba decayendo, simplemente no me sentía cómodo, terminábamos de hacerlo y me volteaba, dándole la espalda, o me mantenía con la vista fija en el techo. Callado, callado. Ella me decía, que te sucedió? No eres el mismo… Y se soltaba a llorar, era devastador, no podía soportarlo pero tampoco podía hacer algo. El día que terminamos, me dijo que se había enamorado de otro, que necesitaba un hombre con energía, con vida. Que le correspondiera, conmigo no sentía nada, le lastimaba verme en ese estado, y me deseaba buena suerte. Lo entendí todo, no fue un drama, lo acepté, como acepté todo desde que nací.
Cuando nací, a las dos semanas tuvieron que operarme de emergencia. Repentinamente comencé a vomitar lo que ingería. El píloro, una parte del intestino, se había pegado y tenían que hacer una sutura para poder abrirlo de nuevo, no es algo muy extraño, pero en recién nacidos podía ser mortal si no se trataba. En otros tiempos, sin radiografías o bisturís, no hubiera aguantado un mes de vida. La muerte siempre estuvo ahí, al lado de la cama. Después de terminar con Carolina, me aislé de todo el mundo. Comencé a beber demasiado, aun medicado con antidepresivos. Descubrí que realmente no pasaba nada extraordinario. No iba a volverme más loco de lo que ya estaba o morirme. Conseguí un trabajo en el bar donde iba con frecuencia, así podía beber, trabajar y mantener el vicio; estaba enganchado. Me tocaba sacar a los borrachos, a la mínima provocación me agarraba a golpes, terminaron despidiéndome. Aprendí mucho en ese lugar. Conocí viejos muy interesantes y también aprendí a persuadir a la muerte. A reconocerla en todos lados, a escudriñar su rastro perdido en toda huella que apestara, a lo que se hace llamar humanidad.

Cuando lo tuve todo, el sentir que no tenía nada me enfermaba, ahora que no tengo nada, he descubierto algo, la perspectiva. La visión. Me he dotado de una lupa muy útil. Veo a la muerte escondida en todo; en las risas que tiemblan, en las mujeres que se piensan únicas, en el reflejo de los charcos de aceite, en los automóviles último modelo y sus conductores, arrasando con zarigüeyas, en las plazas comerciales los domingos al medio día, en los medicamentos prescritos, en los hombres sin brillo en los ojos, en programas familiares de la televisión, en las revistas rebosantes de gente, catálogos de muerte, y anuncios de entierros: “Mauricio Clark acepta su homosexualidad y su adicción a las drogas” Es fácil reconocer a la muerte, como es fácil reconocer una sonrisa auténtica, o un diamante. Está ahí, al asecho. Las cobras esperan morder el talón de quién no está atento.

Un día me llegó el correo de un amigo con una canción de Ravel. Fue esplendido, la música es una terapia útil. Ese día pasó lo que tenía que pasar. Pensé en responder a su correo agradeciéndole, pero no pude, cuando empecé a teclear me vi escribiendo cosas que no tenían nombre, ni dirección o destinatario. Era ese otro yo, esa voz que quería sublevarse, dejé que hablara y se soltó la fuerza comprimida, como una represa de palabras que aguardaban a ser liberadas. Fuego. Fuego. A la muerte no le gusta el fuego. La descubre, pone en evidencia su rostro viejo y marchito. La pone de rodillas pidiendo clemencia. Había encontrado algo, sí.

Me vi escribiéndole a todo el mundo, saludos, disculpas, sin ningún remordimiento. Le escribí a Carolina, habían pasado 6 meses desde la última vez que nos vimos. Cuando me respondió me dijo que todo iba bien, se alegraba de que yo estuviera en la marcha, me contó que vivía con su pareja, se querían mucho, me alegré por ella. Le deseé lo mejor.

Con el tiempo conseguí un trabajo en una revista pequeña, publicando artículos de todo tipo, la escritura se había vuelto el combustible. Bebía pero me mantenía moderado, es decir; bebía 4 veces a la semana, en vez de 7. Me quité el peso de la agresividad inicial. Me conservé alejado, aun lo hago. El camino se había marcado (al menos hasta ahora), vivo en un cuarto pequeño, a veces pienso en España, que bueno nunca fui, no sé qué hubiera pasado, tal vez no lo hubiera logrado, tal vez sí, espero que quién tomó mi lugar lo haya hecho. Que esté rodeado de amigos y una novia que lo comprenda y le diga que va por el camino correcto. Que lo llenen de ovaciones y le aplaudan, lo necesitará. Veo a fuera a la gente yendo hacía alguna parte, me pregunto qué es lo que ven, cómo lo hacen, porqué, para qué, para quién. ¿A dónde van todos los que caminan por la calle? Espero que estén yendo hacia dónde realmente quieran llegar. Espero que lleguen. Que la señora muerte no los tome por sorpresa en el camino. Qué no los asalte, yo tuve suerte, mi condición era diferente, desde nacimiento la muerte se había instalado en mis entrañas como ya dije, no quise verla pero ahí estaba. Ahora la conozco bien, la reconozco hasta cuando se viste y se pinta para salir como mujer por la noche. Algún día no tendré de otra, hará lo que tiene que hacer, pero por mientras, mientras mis dedos azoten las teclas, mientras encuentre las risas adecuadas, los hombres voraces gritando: “Una ronda para todos, carajo”, la muerte se mantendrá al margen por un tiempo. Luego volverá. Como ahora, mientras tecleo esto. La escucho en el ruido que hacen al caer las gotas de agua del grifo, contra el lavabo del baño; clack, clack, clack. Rebotando contra las paredes del departamento. Le grito “Hija de puta, sé qué estás ahí, no me engañas, ¡Ven aquí!” Se espanta, la oigo tomar sus cosas rápidamente como una mujerzuela, luego salir por la ventana, sí, la muerte siempre entra por la ventana. Mientras lo hace, le grito “¡Adiós, nos vemos mañana!”

¿Qué te queda?


Y ahora que lo tienes todo
¿Qué te queda?
¿esperar bajo la lluvia?
¿las horas, el cuarto de baño?
¿las tardes rojas?
¿tarjetas de crédito?
¿12 meses sin intereses?
¿gatos, perros?
¿drogas duras, religión?
¿libros, crucifijos, rejas puntiagudas?
¿adopción, aborto, paz?
¿qué te queda cuándo ya lo tienes todo?
cuando ya alcanzaste tu sueño
viajes; Cuba, las cataratas del Niagara, Singapur, Egipto, las pirámides…
¿leones y elefantes?
¿bodas, anillos y fidelidad?
¿risas descomunales asaltándote porque sí?
No, cuándo lo haz alcanzado todo,
Cuando crees que lo has alcanzado todo, no te queda
NADA,
Te queda un enorme pedazo
De
NADA.
Y ahí es cuando el hombre suele detenerse
Ni el fuego,
Ni el pillaje,
Ni siquiera el rumor de la muerte…
NADA.
Ni las palabras llegando como relámpagos,
NADA.
y  vas a sentirte cómodo con eso,
porque lo has buscado toda tu vida
vas a estar conforme y contento con tu
NADA
libre de preocupaciones,
o arrebatos de locura,
de engaños y miserias,
libre de todo y de todos,
“por fin”, piensas,
cuando creas que cumpliste tus sueños,
que los has alcanzado,
que por fin eres feliz,
lo que buscaste,
a hurtadillas,
toda tu vida,
en realidad lo que encontraste fue
NADA,
como un perro persiguiéndose la cola
cada quién busca lo que quiere,
y luego encuentra,
un caracol se encamina a un rastro de sal,
lo atraviesa,
moribundo,
y después se abre un enorme  jardín,
verde,  
y lo atraviesa,
y sigue
y sigue
y sigue…